Te pienso como Urania,
no porque habites las estrellas,
sino porque cuando todo en mí se desordena,
eres el punto fijo que me enseña hacia dónde mirar.
Tu amor no grita, no arde de prisa,
brilla como los astros antiguos:
paciente, silencioso, eterno.
Si alguna vez me pierdo,
no le pediré señales al cielo,
porque ya aprendí que mi norte
vive en tu calma,
en la forma en que existes
sin dejar de ser tú.
Si Erato me prestara su voz,
no escribiría versos perfectos,
escribiría verdades.
Te diría que amarte
no siempre es fácil,
pero siempre es honesto.
Que deseo tu risa y tu sombra,
tu ternura y tus silencios,
porque el amor que no tiembla
no aprende a quedarse.
No te amo como en los mitos,
te amo como en la vida:
con miedo, con esperanza,
y con la decisión diaria
de volver a elegirte.